Reivindicación de la alegría

Histórica y socialmente desdeñado,
se traza, a pesar, el camino de la alegría.
Insisten en que nunca ha alzado un brazo,
en que nunca ha dado un rayo su osadía.
Como si pudiera acaso, tal solícito destino
ser el maquillaje de un estéril pantano,
y vender fantasías en el borde del abismo,
ofreciendo flores y entregando dardos.

Eclécticamente condenada, la alegría,
se ha avocado al hermetismo del silencio.
En su seno nos completa y maravilla,
y redundan las palabras que pensemos.
Se supone injustamente su simpleza,
laberínticas hazañas lo desmienten,
y se ansían su conquista y su defensa,
con el alma, con las uñas, con las sienes.

La alegría, que se instala paulatina,
se descubre cualquier día por sorpresa
y es tan simple como el agua del arrullo
y tan compleja como el fuego sin su mecha.

Al fin, después de todo,
también es un misterio
al que pocos se atreven a cantar por sus encantos.
Y tanto es asi que en este instante
temo que al final de mis cantares
mi alegría se haya disipado.


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