Crónicas de un alma triste y solitaria (7 sonetos)

I

Como antiguos y resurrectos seres
vuelve todo a mí,
el tiempo que me arrolla
hogueras que me queman desde el alma.

Pelear y sólo pelearla
nada más pensaba, y pasaba
sin sentir la humedad de las piedras
que eran en verdad verdaderas.

Todo lo que se acababa era nuevo
ya ni un segundo era mío
pero el mundo no era para dos,

yo solté un soplo en la noche
y no vi más que el recuerdo,
el recuerdo de los ojos suyos.


II

Amasado y aplastado de rodar por los intestinos del mundo,
harto de vomitar azul y llorar rojo
siento tantas patadas en la jaula
¡Y saber que hay una causa y una solución!

Imagino el resto de la escalera y no soy libre,
y lo sé porque hay un traje infinito en mi piel;
una voz sola me aliviaría como gigantes coágulos,
un único minuto sería un minuto decisivo.

Es atroz el trueno de lo desconocido,
el paso en el medio de la noche sin saber,
el grito agudo que atraviesa y se siente.



III

Se extravasan todos mis conceptos,
mis moldes de realidad,
quiero verte a través de la ventana que dibujé
en el rincón de alguna pieza.

Fuiste el lago que pedí
y que al fin me remordió tanto;
tener tu cabecita de ángel entre mis manos
es tan, pero tan inesperado.

Siempre imagino los pasos antes de darlos,
antes de que todo sea algo,
y tengo una lágrima tuya en un bolsillo

y la guardo y la veo como a un prisma perfecto,
viéndote como a través de una ventana
que dibujé en el rincón de alguna pieza.


IV

Como escapando y llevando pena
una gota corrió tras otra
en un sendero abierto a machete
en la carne vegetal de mi piel.

Cada una de las palabras
que yo mismo había ordenado
se agolparon en mi lengua
y se confundieron, huyendo sin oírse.

Alcé la espada cuan alto pude
la enfoqué a mi alma
y después de pedir la orden, la enterré.

Y en mi carcel no hice marcas,
no era un día de encierro lo que pasaba,
y aparte: Nunca se sabe ¿No?



V

Las crónicas de mi alma triste y solitaria
apuntan todas, todas, a un oficio que no conozco;
cuidar dos estrellitas, evitar que se deshagan
y proveerme así de la felicidad que no sé encontrar.

Como un fiel jardinero yo,
vos como una rosa infinita.
Los tres deseos míos de la primer estrella nunca se van a cumplir.

Y no sé deshacerme de todo el amor que llevo
no sé seguir caminando si no es de tu mano,
y si a caso no esté toda la vida en tu vida

hay un favor inmenso que voy a encargarte:
que cuides por mí esas dos estrellitas,
porque tengo miedo que puedan caerse.



VI

VII


1997

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